Un domingo en el Zoo

Un domingo en el zoo: imagen principal


El domingo pasado (el día 15, no ayer, ya que el ayer forma parte de la tanda de días con clima apocalíptico —niebla intensa y lluvias, sin exagerar— que estamos teniendo últimamente y no apetece mucho salir... a no ser que quieras estrenar paraguas) fuimos al Zoo de Bratislava.

En un principio habíamos pensado ir al Zoo de Viena, que tiene fama de espectacular y grande, además de ser el más antiguo del mundo —aunque reconozco que yo quería ir para ver a los dos pandas gemelos—. Pero como sabíamos que el de Bratislava era más pequeño, decidimos invertir el orden de las  visitas.


Ese día fue uno de los últimos en los que pudimos disfrutar del sol durante el mes de octubre y media ciudad parecía haber tenido la misma idea que nosotros, así que nos tocó aparcar fuera de la zona dedicada del Zoo. Eso cuando conseguimos llegar, porque Google Maps volvió a hacer de las suyas y nos mandó de paseo por la ciudad.

La entrada resultó ser muy barata, de 4 € por persona adulta (la de Barcelona es de 19,90 € y la de Viena 18,50 €) y, al haber dejado atrás la temporada veraniega, el horario de visita estaba limitado hasta las 5 de la tarde (cerrando el acceso a las 4). En la misma taquilla cogimos este mapa que nos vino de lujo para orientarnos:

Un domingo en el zoo lobo: mapa
No se ve muy bien porque hoy brillan por su ausencia el sol en el cielo y las lámparas en el comedor

Ese día estrené la cámara
que me había regalado Xavi por mi ventitantos cumpleaños e hice más de cien fotos E-S-P-E-C-T-A-C-U-L-A-R-E-S (mérito de la cámara, no mío). Las primeras eran un poco raras, pero es lo que pasa cuando intentas usar una cámara semiprofesional sin haber leído el manual de instrucciones y no sabes manejar ni el zoom. Aún no sé cómo se graban los vídeos (y sí, he tenido tiempo, pero lo he dedicado a otros temas blogueros como os explico aquí). Más abajo os dejaré un carrusel de fotos con una selección de las que hicimos, pero tened en cuenta que la calidad está bastante rebajada para no ventilarme el espacio contratado para alojar la web (si queréis verlas en HD, pasaros a saludar por Bratislava).

En general, el Zoo sí que es bastante pequeño en lo que se refiere al número y variedad de animales que aloja. Hay pocos (si comparas, por ejemplo, con el de Barcelona) y echas a faltar algunos animales de medios acuáticos como delfines, pingüinos, focas, etc... Tampoco había peces, a excepción de un par de contenedores con pirañas y pececillos de colores —no juntos— en uno de los recintos cubiertos cerca de la entrada.

Puede parecer poco, pero el espacio del que disponen estos animales es mayor al habitual  ya que el Zoo está situado en una zona boscosa bastante amplia, como podéis ver en el mapa.

Un domingo en el zoo: adopción
Si te interesa contribuir al mantenimiento de este u otro animal del Zoo, puedes ponerte en contacto con ellos aquí

Dimos una vuelta por cada una de las secciones y tomamos bastantes fotos (excepto en las zonas donde pedían no hacerlo, la mayoría de las que tenían animales tras una pared de cristal). Paramos a comer pollo con patatas en un pequeño local con cuatro mesas cerca del Dino Park (una zona infantil con dinosaurios mecánicos animados, en la que ya no entramos) y aprovechamos para descansar las piernas. Tuvimos suerte ya que ese local —y los otros que hay esparcidos por el resto de las instalaciones— cierra sus puertas a finales de octubre y no vuelve a abrir hasta abril, por lo que si en esas fechas no llevas comida, te quedas en ayudas. Tras comer acabamos de dar la vuelta al Zoo y volvimos a casa antes del cierre de puertas.

La impresión en general para mí fue buena. No había oído gran cosa sobre el Zoo de Bratislava y me lo imaginaba peor, pero fue una sorpresa ver que bastantes animales —no todos, nada es perfecto— tenían espacios amplios donde vivir y no se veían mal cuidados. La mayoría dispone de zonas abiertas al aire libre. Hay unos pocos recintos cerrados con reptiles, aves, monos y otros animales pero suelen tener acceso al exterior.

Os voy a poner abajo la foto del animal que más me impactó, un lobo. Es un animal que consideramos bastante común y la foto que saqué no le hizo justicia, ya que no hay un punto de referencia con el que comparar y comprender su tamaño real. Este lobo era GIGANTE, recordaba a los huargos de Juego de Tronos. Gigante también era el recinto vallado donde los alojaban (junto a otra parcela con lobos de envergadura más discreta).

Un domingo en el zoo: lobo
Tumbado tenía el tamaño de una vaca

En un mundo ideal —el que tengo entre las orejas— los zoos no serían jaulas gigantes donde multitud de animales salvajes permanecen encerrados de por vida, sino grandes hospitales veterinarios donde curan o rehabilitan a animales enfermos o con problemas para ser devueltos posteriormente a la naturaleza (y pudieran ser visitados entonces). Pero esto es lo que hay, y este es un zoo pequeño que persiste con la ayuda de voluntarios que "adoptan" a los animales (y cuyos nombres aparecen en placas informativas). Hay mucho espacio libre, y se ve claramente que podrían alojar a más, pero dudo que haya presupuesto y empleados suficientes para mantenerlos en condiciones.

Después de esta deprimente observación, y si aún queda alguien por aquí, os dejo con una selección de las fotos que realizamos ese día. En algunos casos no pude evitar que se viera la valla, aunque en otros —después de no se cuántas piruetas— conseguí colar el objetivo entre los alambres —excepto en las vallas electrificadas, que menos mal que las señales se entienden aunque estén en eslovaco— y el resultado ha sido mejor.

Si queréis ver una imagen completa o a mayor tamaño, simplemente haced clic sobre ella.


¡Espero que os haya gustado y recuerdos a todos, especialmente a familia, amigos y a cualquiera que me regale unas pipas Matutano (bolsa azul) cuando vayamos de visita por Navidades!


2 comentarios:

  1. A mi lo que me impresiona de la entrada es constatar la falta de seguridad de este zoo, que hayan dejado entrar y salir al Nano sin exigirle la documentación lo dice todo. En serio, y teniendo en cuenta que soy un antizoos fundamentalista,parece un lugar bonito, muy bonito.

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  2. La cajera le echó un par de vistazos y al verlo tan alto decidió no llamar a seguridad, no fuera que se le rebotara :)
    Hay ratos en los que no parece que estés en un zoo, porque vas caminando rodeado de bosque y te cruzas con muy pocos visitantes.

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